TENDENCIAS PARA 2023

CLUB DE DEBATE

Juan Meseguer

Redactor ACEPRENSA

¿Evadirse o generar cambios? Un dilema y cinco tendencias para 2023

A diferencia de las listas de tendencias al uso, que acaban yuxtaponiendo fenómenos sin orden ni concierto, las de Marian Salzman suelen presentar un marco interpretativo para hilar y dar sentido a algunas motivaciones. La de este año lleva implícito un dilema: ¿aprovecharemos los meses por venir para generar cambios en nuestra vida y en la sociedad, o prevalecerán la evasión virtual y la mentalidad de búnker?

El marco de su informe para 2023, podría resumirse así: si hace dos años vivimos un momento colectivo de optimismo –las ganas de que acabara la pandemia alimentaban el deseo de algo distinto–, hoy parece que crece la incertidumbre. Pero entre un estado de ánimo y el otro hay un elemento común: la determinación de replantearnos qué estilos de vida y qué modelo económico queremos tener.

A las puertas de 2021, Salzman, prestigiosa analista de tendencias, cifró ese “apetito de cambio” en la sed de profundidad, en la aspiración a vivir de forma más pausada y sencilla, en el “regreso a lo real”… Algunas de estas aspiraciones se colaron en la lista de macrotendencias que proyectó para los años por venir. ¿Qué hay de esos grandes deseos?

Vidas virtuales

La vuelta a lo real sigue presente en el deseo de reducir la dependencia de las pantallas, nueva bandera de algunos colegios públicos de Estados Unidos; en los alegatos a favor de la vulnerabilidad, la ética del cuidado o la corporalidad, que nos hablan de la necesidad de zambullirse en el mundo físico y tocar vida, lo mismo que los cantos a los paseos al aire libre o al “trabajo profundo”; e incluso se ve también en el éxito de BeReal, una red social que reinventa el postureo al invitar a compartir selfies sin filtros.

Pero este año, Salzman quiere alertar de la tendencia contraria: el desdibujamiento de la realidad. Aquí sitúa desde engaños deliberados que siguen la estela de la posverdad y las noticias falsas, como los deepfake o el gaslighting –elegida por el Diccionario Merriam Webster como palabra del 2022 para “describir mentiras que son parte de un plan mayor”–, hasta innovaciones con serias implicaciones sociales: influencers virtuales que fijan unos estándares de belleza todavía más inalcanzables que los actuales de Instagram; noticias y podcasts generados por inteligencia artificial; psicoterapia con chatbots; amigos o parejas virtuales, como los que ofrece la aplicación Replika; mundos de ficción alojados en el metaverso

Para Salzman, este tipo de tecnologías nos pone ante una pregunta crucial: “¿A qué y en quién podemos confiar?”. Y advierte que pueden ser una nueva fuente de desigualdad entre “ricos y pobres tecnológicos”, entre “informados y desinformados”.

La paulatina migración a espacios y relaciones virtuales suscita una cuestión de fondo: ¿hasta qué punto es sano que una sociedad se evada, a través de cada vez más medios, en mundos paralelos? ¿Por qué esta necesidad de huir de lo real? El asunto lo planteó con toda seriedad el filósofo Marcelo López-Cambronero en su libro La edad virtual, donde defiende que esa forma de escapismo bien podría estar ocultando el horror –típicamente posmoderno– a la concreción de la existencia que trae lo real. Es “el crecimiento ilimitado de las posibilidades venideras” y las pocas ganas de condenarnos a una vida con raíces, lo que podría estar llevando a muchos a querer “ir más allá de lo real”. Lo que, en último término, revelaría una crisis de sentido.

En cambio, para la analista cultural Mary Meehan, autora de una lista de tendencias para Forbes, la fascinación por lo virtual no sería más que una manifestación de una de las pulsiones del momento: el afán por aprender, experimentar, descubrir… y romper la costra gris de monotonía que nos han dejado casi tres años de pandemia. En su opinión, otras dos manifestaciones de esa tendencia serían el desquite a través de los viajes (conocido como “turismo de venganza”) y el entusiasmo con la exploración espacial.

Hola. Estoy aquí. Existo

En 2023, dice Salzman, veremos crecer la contestación a determinados repartos de poder que hasta ahora considerábamos intocables. Parte de este pronóstico tiene mucho de retrospectiva: la analista sigue viendo la pandemia como “la inesperada oportunidad” que tuvimos de repensar prioridades. De ahí surgió, por ejemplo, el replanteamiento en el mundo laboral, expresado en fenómenos como la Gran Dimisión, el quiet quitting o la semana laboral de 4 días.

Pero quizá la tendencia más sólida en este ámbito es que cada vez se acepta menos la idea de que los empleados deben entregarse sin rechistar a engrosar los beneficios de los empresarios y los inversores. En cambio, cabe añadir, crece la convicción –incluso entre socios inesperados– de que los trabajadores también tienen derecho a participar en las ganancias que ayudan a crear y de que las empresas deben crear valor para todos aquellos que se ven afectados por su actividad.

De modo que no todo es repudio. Es verdad que crece el descontento hacia el capitalismo, al que ahora se imputan todo tipo de males sociales, como señala Salzman. Pero también que la tendencia a reequilibrar derechos puede preparar el camino a sistemas de libre empresa más equitativos.

El empoderamiento es otra de las tendencias que aparece en la lista de Meehan: sea a través de grandes sacudidas políticas, como las protestas en Irán, o de cambios pacíficos e innovaciones, como el auge de la Web3 y las redes sociales descentralizadas, en 2023 la gente seguirá luchando para exigir “sus derechos o simplemente para ser escuchada y apreciada”.

El momento actual bascula entre las ganas de cambio social y la necesidad de sentirse protegido

Felicidad de búnker

Por paradójico que suene, para Salzman, otra forma de ganar poder es replegarse en “mundos pequeños” que ofrecen protección frente a la incertidumbre. La analista computa esta tendencia entre las positivas, pero también hay razones para pensar que es más ambivalente de lo que la pinta.

Si crecen las opciones de trabajar desde casa, es lógico que invirtamos más en los hogares. Pero esto no va solo de ponerse cómodos, dice Salzman. Tiene que ver con dos filosofías de vida de origen escandinavo: el hygge, que invita a alcanzar la felicidad a través del disfrute de las pequeñas alegrías cotidianas; y el lagom, que aboga por la moderación y el punto medio.

Y tiene que ver también con una respuesta adaptativa: si el mundo anda revuelto, se entiende que la gente sienta “una mayor necesidad de protección –contra todo, desde virus que mutan y fenómenos meteorológicos hasta mercados laborales y cadenas de suministro inciertas– y que esté fortificando sus hogares con la tecnología, los bienes y las opciones de entretenimiento que cree necesarias para superar cualquier crisis que se avecine”.

Pero esta “mentalidad de búnker” –como la llamó en otro informe– no casa bien con el deseo de generar cambios sociales. En el fondo, no hay mucha diferencia entre escaparse a mundos virtuales y encerrarse en cápsulas de lujo en el jardín de casa.

Una historia de éxito

Quizá como contraste, Salzman ofrece una historia de éxito en el terreno de las conquistas sociales: la “normalización de la sostenibilidad”. La toma de conciencia de la crisis climática ha sido tan fuerte –dice– que en poco tiempo ha pasado de debate social a brújula que guía las decisiones de muchos.

Algunos ejemplos: sistemas de puntos que recompensan las compras ecológicas, marcas de ropa que renuncian a las colecciones de temporada a favor de una “permanente”, nuevos modelos de reparto, etiquetas de huella de carbono en los alimentos, pinturas ultrablancas en los edificios para reducir la necesidad de aire acondicionado, pequeños bosques urbanos, más viajes en autobús y tren que en avión…

Otra tendencia al alza: el recurso al sonido para mitigar algunos males de la sociedad moderna. Ya se ensayó este camino con las investigaciones sobre el efecto beneficioso de la música en las personas con alzhéimer y demencia, recuerda Salzman. Y ahora el “ruido marrón” podría ayudarnos a relajarnos y a mejorar la concentración.

El balance final de Salzman rebosa optimismo, aunque todo depende de con qué contenidos llenemos sus palabras: “Aferrándonos a la verdad y defendiéndola, repensando instituciones y enfoques que han dejado de funcionar para la mayoría, adoptando estilos de vida más acordes a nuestro planeta en peligro, aprovechando el poder del sonido y creando mundos más pequeños, más ricos y más defendibles, estamos inyectando propósito y estabilidad a una existencia que con demasiada frecuencia se siente frenética y a la deriva”.

Fuente: ACEPRENSA

Foto de Miguel Henriques en Unsplash

 

 

Datos de interés

Próximo Debate

Jueves  23 de febrero 2023  19.30 h

Café del Arco

Confirmar asistencia: emartindelolmo@edyde.org